Mingo "Coyote", ¿licántropo o simple mito popular?

Nunca supo de las sospechas sobre él


En secreto, se le acusaba de robar
rebaños completos de ovejas.

Nunca le ví sin su chaqueta de lana cruda color negro, su pantalón beige (quizá alguna vez fue blanco) su camisa tejida a mano, a rayas de colores y su infaltable faja roja sosteniendo el pantalón. En la cintura el machete “Acapulco” de doble filo, cuidadosamente afilado. Sonreía con afabilidad, aunque muy raras veces lo hacía cuando pasaba a la casa de mis padres a dejar una dotación de carbón, uno de los tantos negocios que recuerdo, hacía entre la gente del pueblo.
Era Mingo, el indígena que sin él saberlo, cargaba sobre sus espaldas la negra leyenda –que muy pocos se atrevían a contar– de transformarse en coyote, una de las especies de lobo que abundan en los bosques de Palestina de los Altos.

–Con el Mingo no hay qué meterse porque es un hombre muy malo –solían aconsejar las mujeres mayores del pueblo.

–Dicen que cuando no se convierte en coyote, se convierte en marrano –secundaba otra mujer durante las tertulias que se armaban en los patios de las casas, generalmente tras conocerse la noticia de la misteriosa desaparición de un marranito, algunas ovejas o talvez un par de gallinas del vecindario.

Los rumores sobre la facultad del Mingo de practicar la licantropía, a veces se disipaban cuando un evento extraordinario sacudía al pueblo; en meses y a veces hasta en años, se dejaba en paz el dichoso tema, hasta que un día, don Polo Noriega –que entonces manejaba una camioneta de la empresa “González” – contó en la cantina de doña María Paz que por la noche, vio cómo un coyote guiaba con extrema experiencia a un grupo de ovejas, sobre la recta que se doblaba justo en la “Vuelta de los Payasos”.

–Les daba vueltas y si una se desviaba, la metía al rebaño con el hocico –aseguró.

–¡Ése era el Mingo! –exclamó uno de los asistentes a la tertulia.

Desde entonces, a nadie se le quitó de la cabeza que el Mingo, se convertía en animal para robar los animales de los del pueblo. “Para volverse animal, el Mingo da tres vueltas de gato para adelante y tres para atrás”, reveló una noche don Urbano López. Nos quedamos helados; ni uno de los patojos que escuchamos la teoría de don Urbano, nos atrevíamos a respirar.

–En el güinte (de la familia del maguey) que está atrás de la casa de doña Nala, por la orilla del río, dicen que hace su brujería para convertirse en animal –decían otros. Nadie se atrevió jamás a corroborar las versiones. Se decía que no dejaba su machete y quien se atreviese a acercarse, corría el riesgo de morir macheteado.

Hubo quienes propusieron velarle y robar su ropa. “Si no encuentra su ropa, ya no podrá volver a ser gente y se quedará como animal”, conjeturaban en voz baja.

Mientras, el Mingo seguía vendiendo, como si nada, su carbón, su leña o su maíz. Nunca supe su apellido; pudo apellidarse Carreto, Escobar o Pérez. Pocos lo supieron. De su familia, también se supo poco. Para llegar a su casa, había qué subir por “La Altamira”, siguiendo la vereda que llevaba a la casa de don Adán Morales.

De paredes de adobe y techo de pajón, la casa estaba rodeada por un corral de madera de ciprés cortada con hacha. Un perro canelo solía cerrar el paso a los curiosos; entre el monte, un corral contenía a sus ovejas y marranos. Fue todo lo que alcancé a ver alguna vez que atiné a pasar por ahí. Nada anormal.

Hubo quién afirmó haberle visto en la parte más alta de la catarata, cerca de “Los Molinos”, quemando copal en viernes a la media noche. Otros decían que era en la “Cruz Verde”, donde se comunicaba con el diablo para pactar sus conversiones.

El día que murió el Mingo, se corrió el rumor que había sido asesinado a machetazos.

–Dicen que lo encontraron disfrazado de coche (marrano) robando ovejas por “Vente Palos” y lo mató el dueño de los animalitos ¬–contó doña Nila Velásquez poco después que se supo de su muerte.

Otros contaron que lo encontraron agonizante en la carretera vieja a Buena Vista y otros más, aseguraron que habría muerto en una riña con uno de sus hermanos. Lo cierto es que nadie vio su cuerpo y tampoco nadie se atrevió a preguntar con la familia del Mingo, que lo llevó a la muerte.

A muchos años de aquella leyenda, he intentado buscar datos sobre el particular y casi nadie se acuerda del Mingo.

–Dejá a los muertos en paz; si ya murió el Mingo, se habrá llevado sus secretos y no habrá poder Divino que se los saque del corazón ¬–me dijo mi madre el día que le pregunté si se acordaba de ése personaje.

Mentira o verdad, el Mingo quizá solo viva en la memoria. Y talvez siga riéndose del mito que sobre su persona, creció hasta el día de hoy.

Comentarios

Anónimo dijo…
Puede escribir algo sobre Juaquin, el hombre quien anda en la calle vestido en solo una chaqueta?

Entradas populares