Último adiós a mi madre, doña Chanita

Andante de caminos estrechos, no dió descanso a las ampollas


Nos queda su ejemplo de lucha,
tenacidad, lealtad, honradez,
humildad y buen humor
De todas las opciones, escogió la de morir el día que ella quiso y la hora que mejor le gustó. Siempre fue una mujer obstinada, apegada a sus creencias y ajena a lo que los demás opinaban de sus actos. “Que coman mierda” solía decir cuando alguien le enteraba de asuntos que a ella le tenían sin cuidado.

La noche que decidió morir, lo hizo a sus anchas, en la oscuridad que ése viernes se tornó mayor a causa de un apagón que afectó a varios departamentos del occidente guatemalteco. “Se fue la luz y en lo que encendimos unas velas, ya había muerto”, me contó mi hermana Nelly que, junto con mi hermana mayor, Alba Marina y sus hijas, estuvieron junto al lecho desde que un mes y medio antes,
cayera gravemente enferma.

La última vez que le ví (el 13 de febrero pasado) estaba de buen talante; pese a ser dueña de un carácter duro, siempre tenía una respuesta jocosa a algunos comentarios sobre su persona ó se daba tiempo para recordar los apodos de los patojos que en la niñez, adolescencia y juventud tuvimos. Dos días después, enfermó.

Ella odió los formulismos y se enemistó con la discreción durante las despedidas; cuando mis hermanos tomaron su propio camino, lloró a mares, sin pudor alguno. Hizo de doña Nila Velásquez y doña Maruquita Hidalgo Flores, su pañuelo de lágrimas. Nunca ocultó su profundo amor por nosotros, aún hubiésemos causádole alguna pena irremediable.

En la intimidad de la tierra que ahora la cobija, sin duda mantiene firme su idea de hacer lo que quiera, por lo que quiera y cuando quiera. A nosotros nos queda no solo su recuerdo, sino su ejemplo de lucha, tenacidad, humildad, sencillez, honradez y buen humor ante las adversidades.

Toda muerte es dolorosa para quienes padecen el silencio abrumador de la ausencia del ser querido. Mi madre, fue siempre un espacio para la creatividad, para la reflexión, para refugiar las más íntimas penas de quienes tuvimos la suerte de tenerla a nuestro lado. ¡Claro, fue una madre que pese a su muerte, lo seguirá siendo!

Porque la muerte, solo es un paso decisivo mediante el cual, nos reconocemos como lo que realmente somos: un suspiro del universo que busca el aliento de la eternidad. Entonces, mi madre murió por la necesidad de morir que todos tenemos; su tiempo, ahora es la eternidad; el nuestro, su presencia perdurable.

Presencia que mandata pensar en ella a cada instante, en cada movimiento de la vida, en cada acto de fe. No la tuve por muchos años; desaparición forzosa que a ella dolió tanto como a mí, pero que en el último instante, nos dio la fortuna del reencuentro que avivó el fogón de amor que sólo Dios pudo provocar.

Ahora creo con mayor exaltación que la muerte no llega cuando ella quiere, sino cuando Dios dispone de sus hijos, cuando Él ha cumplido los deseos de éstos. Me decían mis hermanos que mi madre murió sólo cuando me supo vivo, me vió y me abrazó. Dos años después del reencuentro, decidió entregar cuentas a Dios y nos ha dejado para seguir nuestros caminos. Fue como si hubiese habido un pacto entre ella y Dios.

Y cerró para siempre los ojos, para seguir pensando –como siempre lo hizo–, en sus hijos, en el futuro de éstos. Invariablemente lo hizo, cuando no veía a todos sentados a la mesa o jugando en el patio. Cerró sus ojos para no ver el dolor de quienes le amaron. Hasta en eso tomó sus previsiones.

Era práctica en la vida. Andante de caminos estrechos, nunca se perdió en la desesperación ni dejó que sus ampollas le obligasen a descansar hasta no ver sus planes realizados. Así era mi madre, doña Adriana, o doña Chanita, como todos le conocieron.

Supo esculpir en nosotros, un carácter firme, pero al mismo tiempo, lozano; nos hizo hombres y mujeres de bien, con dignidad y decoro. Con entereza y certidumbre.

Nuestra vida ha quedado para siempre, dividida en dos: entre lo que fue cuando nuestra madre vivía y ahora que se ha adelantado a la morada a donde todos debemos ir.

Descanse en paz, mi amada madre.

AGRADECIMIENTO

Por mi conducto, los hijos, nietos, bisnietos, yernos, nueras, hermano, sobrinos y familia en general de mi madre, agradecemos infinitamente las muestras de solidaridad y afecto que mostraron habitantes de San Cristóbal Totonicapán (donde mi madre vivió sus últimos años) y Palestina de los Altos, quienes en todo momento, nos brindaron apoyo moral durante los momentos dolorosos del velatorio y entierro. En especial a don Polo Noriega, Edilsa y María Ninet Morales Hidalgo, doña Santos, su nuera y nietas, doña Aidé Godínez, don Arnulfo Monterroso, don Urbano López, Rulamán de León, don Lico Monterroso, don Ronaldo Morales, doña Juliana viuda de Escobar, Porfirio Godínez y muchos, muchísimos más con quienes quedamos en deuda eterna por el sacrificio que hicieron de dejar sus labores para estar pendientes de nuestras necesidades. La lista de amigos y vecinos que estuvieron con nosotros, es larga; me quedo con la gratitud y la satisfacción de haber contado con la espontánea adhesión de dos pueblos que mostraron su aprecio por mamá.
Me quedo también con la complacencia de haber saludado a muchos viejos amigos a quienes tenía decenas de años de no ver y que, a pesar de ello, fueron generosos en sus apreciaciones y fraternos en sus expresiones. A todas las familias de Palestina, la gratitud de una familia que, a pesar de ya no vivir ahí, se sintió acogida. Millones de agradecimiento a todos. Confieso que a muchos quizá no pude reconocer, pero su presencia, nos reconfortó a todos y a mí, en lo personal, me compromete a estar pendiente de cada uno de ellos.

Comentarios

Anónimo dijo…
Mis mas sinceras condolencias Angelito! Estoy segura de que su madre era una madre muy orgullosa de sus hijos y a usted solo le quede hacer paciencia. Pienso en usted!

Ligia Morales.
Anónimo dijo…
Como ya se lo habia dicho angel, las desciciones de nuestro padre son confusas, pero sabias.. ahora ustedes deben tener la mejor actitud a esto y deben saber que ahora su mama estara en en lugar mucho mejor que este.. Dios me lo Bendiga muchisimo!! con cariño su amiga Raquel Ochoa

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