En la pared del tiempo de Palestina de los Altos, las telarañas

Besos amotinados que reclaman su espacio en el infinito




La nueva iglesia católica de El Carmen.
Era como el sueño del que se despierta con pocas dudas; pintoresca, casi selectiva. Ahí perdimos los primeros besos, ahí dejamos un montón de ilusiones que solo unos cuantos cristalizaron en hogares para siempre… Otros, sólo dejamos un recuerdo que hoy, quizá, el olvido haya cubierto de telarañas y vagas reminiscencias que cuelgan en la pared del tiempo.
Hoy por la mañana, casi medio día, la molestia me revolvió la vida, pero me ubicó en una realidad lejana: debía llegar cuanto antes a casa y quise romper las calles a fuerza de atajos; tomé el boulevard del parque “Jaime Sabines” para alcanzar el teatro “Emilio Rabasa” y llegar hasta la Calzada “El Sumidero”.
¡Sorpresa! El boulevard cerrado por vendimias, adornos, marimbas, mariachis y otros grupos musicales. El tráfico era intenso. Un chofer del transporte colectivo, impaciente, arriaba el claxon con inutilidad expresa. Me vio como energúmeno y, como si de viejos conocidos se tratase el asunto, me preguntó cuál era la razón por la lentitud del tránsito. Encogí los hombros, le sonreí, aunque por dentro, una maledicencia se me escapó como lo hacen todos aquí, en una ciudad donde no hay conciencia vial y los colectiveros matan a más gente que una epidemia y tres guerras juntas.
Obligado a tomar otros bulevares no previstos, pasé justo frente a la puerta sur de la iglesia. Gente ataviada con disfraces y miles de coloridos adornos, bailaba sin ton ni son, al gusto que le dictaba la música de locos que provenía de todas partes. Intenté no inmutarme, pero la duda del chofer del colectivo, me invadió: ¿Por qué cerraron éste boulevard tan transitado?
Unas cuadras más adelante, busqué razones en los anuncios oficiales sobre la gripa porcina, los ciclones, los actos bondadosos en los que “el pueblo” rinde pleitesía a la autoridad en turno. Nada.
¡Por fin! La fecha: 15 de julio. ¡Pasaba frente a la iglesia Del Carmen! Brotaron los recuerdos como cascada sin freno ni control. Mañana (hoy) se celebra a la Virgen del Carmen…
Pintoresca, casi selectiva, el sueño del que se despierta con pocas (o casi ninguna) dudas, se apareció “El Carmen”, la aldea de Palestina de los Altos que a muchos nos hizo conocer la primer caricia, el primer beso, la primer promesa de amor eterno que se difuminó
con la pretendida madurez que alcanzamos, apenas el mush se desprendió de nuestro también, pretendido delirio de haber logrado la mutilación de nuestros prejuicios de patojos.
Ahí, en “El Carmen”, los días de la mitad de Julio pasaban más que apercibidos, llenos de lentitud jocosa y amoríos inocentes que en la adolescencia tienen aromas de virtud, de quietud y profunda sensación de eternidad.
Los lazos que nos dividían entre parejas, no eran de ignominia si no, de felicidad rebuscada en los ojos de quien nos rendía generosidad de mujer; la “pita” le decíamos al cordel que nos separaba de los que ya habían pagado su “tanda” y los que debíamos hacerlo para seguir moviendo el cuerpo a discreción. Como en las zarabandas públicas del Primero de enero, Sábado de Gloria ó Día de los Santos en Palestina, era obligatorio el lazo para cobrar la bailada.
Era la fiesta del 16 de Julio de la aldea El Carmen, reunión de enamorados furtivos y novios “con permiso” que ofrendaban a la Virgen, sus travesías por el mundo de las caricias castas, los abrazos sin secreciones, los besos amotinados que reclamaban un espacio en el infinito.
Para muchos, era la luna de miel bajo los escom
bros de un pueblo que amaba –y ama– los principios y valores de una sociedad comprometida con su historia y su verdad.
Ahí se tejieron historias y leyendas que escarbaron una
verdad que nunca lo dejó de ser; una noche de tantas en que solíamos subir a El Carmen para festejar a la Virgen, Ovidio, a quien apodábamos “El Japo”, se adelantó del grupo de enamorados que veníamos cantando –de regreso a Palestina de los Altos tras la pachanga–. Lo encontramos entre el monte balbuceando y jurando por todos los dioses que se le había aparecido “Juan No” y que se había batido a muerte con el legendario personaje. Tenía sangre por todos lados.

Armamos una “camilla” de palos secos y lo llevamos al Centro de Salud de Palestina. No eran heridas graves… Poco después corrió la versión que había perdido el camino y se tropezó con una mata de mecate, cuyo filo de sus hojas es conocida por todos, y con ésta se había liado.
Los coyotes tenían fama de “paralizar” a la gente. Viniendo de una fiesta de El Carmen, en el viejo puente de madera (hoy es un puente amplió y de concreto) por el horno de pan de doña Tea y doña Trinis, estaba un coyote sentado a media calle. Quienes lo vimos, lo juro, perdimos el habla. La lengua se nos hizo de plomo y los pies se negaban a responder. ¿Tienen “poder” los coyotes para estatizar a los seres humanos? No lo sé, francamente. En varios zoológicos de México y otros países de América Latina, he tenido la oportunidad de apreciar a éstos especímenes y la verdad es que no he qu
edado de una pieza.
Lo cierto es que las fiestas de El Carmen, se brindaron para muchas leyendas. Un amigo de infancia que, debido a no haberle localizado para pedir su autorización para nombrarle en éste espacio, me contó que en cierta ocasión, de regreso de una fiesta de esa aldea, encontró a una mujer a media cuadra de su casa; le invitó a pasar para que no sintiese frío (ella, claro está) y en menos de lo que canta un gallo, él perdió la noción del tiempo y nunca más supo de la dama, quien por cierto, simple y sencillamente, se desapareció de su habitación.
Pero bueno, dejemos la leyenda y vayamos al recuerdo. Ya, en otro artículo sobre ésta mentada fiesta, hago remembranzas de “Los Chunes” y “Los Cardona”, que solían amenazar las fiestas de El Carmen. Hubo ocasiones en que llegó a tocar la “Juvenil Campanitas”, una excelsa marimba de San Pedro Sacatepéquez.
Y cuando hablo de “Los Chunes”, lo digo con todo el respeto del mundo; nunca supe por qué, le apodaron a tan maravillosa marimba con ese mote. Pero era una marimba de grandes tallas. Ojalá, los hijos de don Aníbal, maestro de generaciones, retomen ése tan loable arte y den a Palestina de los Altos, la gloria que le dio la marimba mencionada.
¡Era de verdadera pasión escuchar las interpretaciones de la “Gloria Alténse” en las fiestas de Palestina!

Tengo un orgullo personal: mi tío Román Gómez, fue bajista (tocaba el Violón, pues) tanto de la “Gloria Altense”, como de “Los Cardona”. Incluso, fue bajista de la marimba de Sebastián Utuc… ¿Se acuerdan muchá de aquella marimba que amenizaba todas las zarabandas?
La fiesta de hoy, 16 de julio en la aldea El Carmen, es para tenerla viva siempre. ¿A poco no es un momento ideal para ser felices?
Hace un mes, pasé por ahí; más bien, decidí darme una vuelta. ¡Ya no hay espacio para más casas! Aquellos inmensos terrenos donde sólo se veía milpa, hoy son incontenibles bodegas de casas habitadas, donde quizá, se haya perdido el romance de nuestra juventud. No es criticable, desde luego. Pero aquel rincón donde encontrábamos a don Cleto, que nos dejaba la cabeza a rape, ya es un hervidero de casas y gente; los Velásquez, los Escobar, los Monterroso, los López, todos han sido conducidos a una nueva etapa, una en la que ya es imposible sabernos entre ellos.
¡Qué bueno que ya El Carmen haya crecido! Pero nosotros, los nostálgicos, añoramos aquellos riachuelos de remanso, aquellas estelas de libertad, aquellos espacios de amor sin perversidad, amor con compromiso de realidad.
Ya ni modos. Para los habitantes de la Aldea El Carmen, el aprecio, el afecto y el respeto de toda la vida… Y los recuerdos que hoy, no matan, pero torturan con harta felicidad.

Comentarios

Anónimo dijo…
Corrigiendo: Cardona...Amenizabar las fiestas de el Carmen.
Y mi padre, don Angel Maria Flores
don Chollita fue integrante de la marimba de los Chunes, los Cardona y los Conejos hasta donde yo recuerdo, compañeros siempre del tio Roman.

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