In Memorian
Tres ciudadanos que se adelantan
Rodrigo Monterroso: Descanse en paz
Tres hombres de gran valía dejaron de existir en las últimas semanas en nuestra querida tierra: Arturo Morales, Mario Monterroso y apenas éste martes, 25 de noviembre, Rodrigo Monterroso. Cada quién en su momento, aportó su sabiduría, capacidad y conocimiento al engrandecimiento de Palestina de los Altos.
Don Arturo Morales, un hombre alegre, dicharachero, bonachón; no perdió nunca su buen sentido del humor. La última vez que le ví, en Día de los Santos, venía del cementerio a donde fue a honrar a sus muertos. De buen talante, tuvo tiempo para charlar un rato y dejar, como siempre, una cesta de buenos consejos y mejores deseos.
Personaje sin complicaciones con la vida, afable y sumamente respetuoso, fue don Mario Monterroso; era casi imposible ir a la aldea El Carmen y no pasar a saludar a don Mario y su familia. Invariablemente, ordenaba una taza de café para las visitas, a las que solía acompañar con una buena sheca de San Pedro Sacatepéquez ó un pan salido del horno de doña Trinis y doña Tea.
Con Rodrigo Monterroso nos unió la necesidad de aprender; estudiamos juntos la primaria en la “Rafael Landívar”. Cuando los patojos más grandes nos dejaban fuera de los partidos (ambos éramos los más enanos entre todos) solíamos subirnos a uno de los ventanales de la escuela a ver a los demás jugar.
Compañeros de la infranqueable discriminación, rivales sin concesiones cuando nos tocaban equipos contrarios. Famosa fue la ocasión en que me dejó sembrado en la grama de la escuela, tras propinarme soberana patada. Nunca peleamos por los golpes deportivos. Fue todo un caballero, respetuoso y atento, como todos los hijos de don Rogelio Monterroso y doña Monchita, una mujer ejemplar de Palestina.
Tanto Rodrigo, don Mario y don Arturo, son hombres que cumplieron concienzudamente las tareas que les correspondieron. Tomaron los riesgos y desafiaron todo los obstáculos, decididos a contribuir al bienestar no solo de sus familias, sino de un pueblo que requirió de ellos, entereza y virtud para salir adelante.
Fueron ciudadanos –como muchos otros que también se nos han adelantado en el viaje sin retorno– que defendieron apasionadamente lo que les pareció digno y correcto para los demás.
Rodrigo cumplió cabalmente con sus propósitos. En la inexorabilidad del tiempo y los designios supremos, queda el recuerdo, el afecto y el respeto por ellos. Es incontrovertible el hecho que su ejemplo, es la herencia que dejan para seguir construyendo la historia de un pueblo regio y digno. Descansen en paz, Rodrigo, don Mario y don Arturo.
Rodrigo Monterroso: Descanse en paz
Don Arturo Morales, un hombre alegre, dicharachero, bonachón; no perdió nunca su buen sentido del humor. La última vez que le ví, en Día de los Santos, venía del cementerio a donde fue a honrar a sus muertos. De buen talante, tuvo tiempo para charlar un rato y dejar, como siempre, una cesta de buenos consejos y mejores deseos.
Personaje sin complicaciones con la vida, afable y sumamente respetuoso, fue don Mario Monterroso; era casi imposible ir a la aldea El Carmen y no pasar a saludar a don Mario y su familia. Invariablemente, ordenaba una taza de café para las visitas, a las que solía acompañar con una buena sheca de San Pedro Sacatepéquez ó un pan salido del horno de doña Trinis y doña Tea.
Con Rodrigo Monterroso nos unió la necesidad de aprender; estudiamos juntos la primaria en la “Rafael Landívar”. Cuando los patojos más grandes nos dejaban fuera de los partidos (ambos éramos los más enanos entre todos) solíamos subirnos a uno de los ventanales de la escuela a ver a los demás jugar.
Compañeros de la infranqueable discriminación, rivales sin concesiones cuando nos tocaban equipos contrarios. Famosa fue la ocasión en que me dejó sembrado en la grama de la escuela, tras propinarme soberana patada. Nunca peleamos por los golpes deportivos. Fue todo un caballero, respetuoso y atento, como todos los hijos de don Rogelio Monterroso y doña Monchita, una mujer ejemplar de Palestina.
Tanto Rodrigo, don Mario y don Arturo, son hombres que cumplieron concienzudamente las tareas que les correspondieron. Tomaron los riesgos y desafiaron todo los obstáculos, decididos a contribuir al bienestar no solo de sus familias, sino de un pueblo que requirió de ellos, entereza y virtud para salir adelante.
Fueron ciudadanos –como muchos otros que también se nos han adelantado en el viaje sin retorno– que defendieron apasionadamente lo que les pareció digno y correcto para los demás.
Rodrigo cumplió cabalmente con sus propósitos. En la inexorabilidad del tiempo y los designios supremos, queda el recuerdo, el afecto y el respeto por ellos. Es incontrovertible el hecho que su ejemplo, es la herencia que dejan para seguir construyendo la historia de un pueblo regio y digno. Descansen en paz, Rodrigo, don Mario y don Arturo.
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Pastor: Neri Flores